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El joven Almanzor, Rumaikiyya y Alfonso VIII

También para el libro de Brazales hice estos otros dibujos. El joven Almanzor no pudo entrar así y tuve que dibujarlo más mayor, en un escorzo casi de espaldas en lo alto de una torre y de noche (ya colgaré la versión final). Rumaikiyya tampoco pasó a las páginas del libro, pero en este caso fue porque la historia que hablaba de ella era un relato o leyenda que estaba en los textos que me pasaron pero no era parte del libro final. Con Alfonso VIII no sé qué pasó, pero, tras tener que eliminar los adornos de escudo y caballo antes de colorear, quedó también fuera.

Hay que decir que tuve que dibujar todas las ilustraciones del libro en un tiempo récord. Tengo fotos de los bocetos a lápiz y aquí cuelgo los dibujos a tinta. Rumaikiyya me quedó un poco Arzak (Moebius) pero me gustaba…

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(1) Galeria de Inventores

Realmente existió. Sir Alexander Inocencio Morweck fué un diplomático australiano que hacía sus experimentos y descubrimientos en sus ratos libres.

Su pasión le llevó a descubrir un modo de fabricar fieltro con pelo de canguro de manera mucho más rápida, pero no se llegó a iniciar el proceso de producción por falta de inversores. También ideó un modo de destruir documentos (para el servicio secreto de su país) del que nunca se le reconoció su autoría. Fueron muchas de sus ideas las que alimentaron el taller de armas del acuartelamiento de su ciudad natal, Brisbane, donde se fabricó el primer utillaje contra armas químicas.

El título de Doctor Honoris Mortis se le concedió a título póstumo en 1958. Su viuda recogió le placa y la colocó sobre la puerta del granero de su casa, donde Alexander tenía su taller cuando era niño.

Su trágico final se debió a un error de cálculo. Un cero a la izquierda, un cero de menos, supuso que la presión de vacío le arrancara la consciencia el 12 de diciembre de 1928. Hoy hace 84 años. Menos mal que todo eso es mentira…

molesto?

Este dibujillo es de un bloc de apuntes que hice cortando una libreta en tres tiras largas. Es del 83.

Hay quien cree que por preguntar «molesto?» tiene vía libre y puede avasallar a quien se le ponga por delante. Las buenas maneras, lo que antes llamaban reglas de urbanidad, no son sinónimo de educación ni de cortesía ni nada de eso. Prefiero menos protocolo y más empatía.

Pero claro, lo que yo prefiera no es que lo vaya a encontrar en tanta abundancia como me gustaría. Hay gente buena, pero eso de «to er mundo é güeno» tampoco me acaba de convencer.

Si alguna vez has estado en la piel de alguno de los dos personajes del dibujo, piensa en porqué nos creímos lo que nos contaron y cuánto falta para que empecemos a dejarnos de reglas huecas y protocolos vacíos y miremos por dentro a la gente que pasa cerca de nuestro camino cada día. No es tan difícil. Lo difícil es ser transparente y dejar que te miren así.