Realmente existió. Sir Alexander Inocencio Morweck fué un diplomático australiano que hacía sus experimentos y descubrimientos en sus ratos libres.
Su pasión le llevó a descubrir un modo de fabricar fieltro con pelo de canguro de manera mucho más rápida, pero no se llegó a iniciar el proceso de producción por falta de inversores. También ideó un modo de destruir documentos (para el servicio secreto de su país) del que nunca se le reconoció su autoría. Fueron muchas de sus ideas las que alimentaron el taller de armas del acuartelamiento de su ciudad natal, Brisbane, donde se fabricó el primer utillaje contra armas químicas.
El título de Doctor Honoris Mortis se le concedió a título póstumo en 1958. Su viuda recogió le placa y la colocó sobre la puerta del granero de su casa, donde Alexander tenía su taller cuando era niño.
Su trágico final se debió a un error de cálculo. Un cero a la izquierda, un cero de menos, supuso que la presión de vacío le arrancara la consciencia el 12 de diciembre de 1928. Hoy hace 84 años. Menos mal que todo eso es mentira…