La mayoría de las veces compro flores para la casa. Salgo a tomar un café y paso por la pescadería. No puedo acercarme mucho al mostrador porque las hijas del pescadero me entran enseguida. ¿Qué te pongo, rey?
Hubo un tiempo en que era normal andar descalzo. Se sabía que la libertad de los pies te otorgaba el poder de decidir por tí mismo. Ningún rey podría ordenar nada a un hombre descalzo. Lo sabía hasta el más loco.
¿Qué te pongo, rey?
No he sido rey ni en mi propia casa. Ni siquiera recuerdo querer mandar. Aún hoy, mi libertad es mi mayor tesoro y estoy descalzo de cerebro para adentro.
¿A cómo están las quisquillas? ¿Son de Motril?